Edición: cien años de historia

Cien años de obra evangélica en Rubí

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PROLOGO
 
Conmemorar el centenario de una institución es un hito importante que no todas llegan a alcanzar.
La Iglesia Evangélica de Rubí, con la ayuda de Dios, lo ha conseguido.
Ha llegado al centenario con pujanza y vitalidad, cumpliéndose en ella la promesa de Jesús de que «las puertas de la muerte no prevalecerán contra ella» (Mt. 16: 18). Y esto ha sido así a pesar de las dificultades y de la intolerancia que ha tenido que afrontar en estos cien años de vida.
Las páginas de nuestra historia en España que van desde 1881 hasta hace unos pocos años están marcadas por la intolerancia del Estado y de la Iglesia Católico-Romana que han tratado de minimizar la influencia de las comunidades protestantes e incluso, en diversos períodos de esta historia, suprimirlas totalmente.
Recordamos especialmente el período que va desde 1936 a 1945 en que el templo de Rubí, como tantos otros templos evangélicos en el país, estuvo cerrado al culto por orden gubernativa.
 
Sin embargo, Dios nos ha concedido ser «más que vencedores».
La congregación de Rubí ha tenido una continuidad ininterrumpida, preservada y dirigida por el Espíritu.
Ha sido una congregación ecuménica, en este sentido: que en su seno han encontrado lugar cristianos de muy diferentes procedencias, conservando hasta hoy tradiciones diversas que se han armonizado en el seno de una comunidad alentada sobre todo por una fe profunda y arraigada y una voluntad de dar un testimonio unido del poder del evangelio de Cristo.
Por muchos años fue la única iglesia evangélica de Rubí que, aun perteneciendo a la Iglesia Metodista, primero, y a la Iglesia Evangélica Española, después, supo aglutinar creyentes de distintas denominaciones.
En los últimos tiempos, asimismo, la iglesia evangélica de Rubí, olvidando viejas rencillas, ha mantenido una relación fraternal con comunidades católico-romanas de la ciudad, abriéndose al diálogo, sin renunciar a sus principios reformados, fundamentados en la Palabra de Dios.
 
En las páginas de este libro, Samuel Cortés, pastor de hecho de esta iglesia, aun cuando todavía no ha sido ordenado al ministerio pastoral, quien durante largos años ha ocupado cargos de responsabilidad en el campo evangélico a nivel regional y nacional, sigue los pasos de la Iglesia desde sus principios, mostrándonos su vitalidad, su influencia y la generosidad con que ha servido el Evangelio, dando hombres que han sido de bendición para la obra evangélica en general.
No trata de ser una historia exhaustiva de la iglesia, pero deja constancia de unos hechos y unos hombres que es hermoso recordar en esta fecha importante del centenario.
Los cristianos evangélicos españoles no solemos ser muy agradecidos con los que nos precedieron.
Es cierto que la obra ha sido de Dios y toda la gloria le pertenece a El, pero no es menos cierto que hay una comunidad y unos hombres que han estado allí, luchando y sufriendo, comprometidos en una tarea que Dios había puesto en sus manos y realizándola con fidelidad.
Recordar a estos hombres y este testimonio nos puede enriquecer enormemente y puede ser, asimismo un estímulo para seguir adelante, con fe y entusiasmo, al empezar el segundo siglo de testimonio de la comunidad evangélica de Rubí.
                                                                     Enrique Capó
 
 
 
Cien años de obra evangélica en Rubí

 La obra evangélica de Rubí fue iniciada en el Otoño del año 1881 por don Francisco Albricias, joven que aceptó el Evangelio a los 15 años en la iglesia evangélica establecida entonces en la calle de Conde del Asalto en Barcelona, bajo el pastorado del señor Empaytaz, y que tras estudiar en Suiza, sirvió como maestro evangélico y pastor en las congregaciones de Monistrol de Montserrat y San Vicente de Castellet en los años 1877-1880, en donde decepcionado por una parte de la congregación de tendencia semi-espiritista, que se había formado más bien por oposición a la Iglesia Católica Romana que por su reconocimiento del Evangelio, quedando empero firmes en el puro Evangelio de Jesucristo la familia Estruch, la de Quimcall (o sea, la familia Morera) y algunas otras, por lo que el joven Albricias decidió dejar dicha obra y establecerse en Rubí, según cuenta en sus propias memorias, que agradecemos merced a la gentileza de su hijo Franklin, y que copiamos a continuación:

“Por aquellos días iba a celebrarse en Londres un Congreso Internacional de las Uniones Cristianas de Jóvenes, y yo, que continuaba siendo miembro del Comité Universal desde su fundación (1878), fui invitado a ir a la capital de Inglaterra, donde recibí la visita del reverendo Asthon, secretario del Comité Evangélico Continental, que sostenía varias misiones en Bélgica, Francia y en España, la de Bilbao; y había cubierto los pocos gastos que había originado la obra en Monistrol y en San Vicente de Castellet.
 
El señor Asthon me preguntó si volvería a Monistrol y al contestarle según las resoluciones tomadas por mí, quiso saber cuáles eran mis proyectos. Contestéle que estaba pensando empezar obra escolar y de evangelización en la villa de Rubí, de unos 3.500 habitantes, a unos 20 kilómetros de Barcelona, donde había pasado parte de mi infancia, Y donde había sido monaguillo. El señor Asthon me dijo que si yo aceptaba trabajar bajo un pastor extranjero experimentado en la obra en España, su comité me secundaría en mi propósito.  Neguéme categóricamente a ello. Argüía el buen inglés que era una locura de mi parte, pues ningún Comité podía tener confianza en un joven de veinticinco años para una obra tan delicada sin contar con el control de persona de responsabilidad. Insistí en mi decisión y el señor Asthon, aun creyéndolo inútil, me prometió someter mi plan a su Comité, quien con sorpresa suya y mía aceptó mi plan.
 
Agradecido a Dios y a aquellos señores, fui a Rubí en busca de casa para empezar cuanto antes. Se me dijo que el cura del pueblo era muy liberal y que no se ocupaba ni de republicanos, ni de espiritistas, como habían hecho los anteriores. Pero yo ya sabía a qué atenerme.
 
Alquilado local y construidas unas cuantas mesas, distribuí cantidad de folletos evangélicos. El domingo próximo, como es natural, hubo sermón por todo lo alto, del que los protestantes salimos muy mal parados y no solamente nosotros, sino los que nos alquilaran casa, nos vendieran alimentos y ropas y cuantos tuvieran algún trato con los herejes. Fue una excomunión en toda regla.
 
A los pocos meses, nuestra escuela fue la más numerosa del pueblo, y los elementos ultramontanos trabajaron como en todas partes, para quitarnos alumnos y además fundaron una escuela católica gratuita.
 
En Rubí, como en toda España, había muchos republicanos que se llamaban librepensadores pero se casaban por la iglesia, el cura bautizaba sus hijos y enterraba sus difuntos. Además, había dos sociedades de socorros mutuos bajo la advocación de dos santos. Durante algún tiempo luché para hacerles comprender a los republicanos la inconsecuencia entre su procedimiento y lo que llamaban sus convicciones.
 
Con la ayuda de unos pocos, fundamos una sociedad de socorros mutuos llamada “La Fraternidad”, en la que los curas nada tenían que hacer y todos los beneficios eran para los asociados. Fundé un casino republicano, “Casino Rubinense”, que aún existe y es propietario de un edificio grande y hermoso; y finalmente publiqué un semanario titulado “El Rubinense”; que escribía, corregía y fajábamos mi esposa y un servidor.
 
Durante varios años fui el eje de estos instrumentos de progreso en un pueblo relativamente pequeño, y cuyo renombre y actividad se propagaba en villas y ciudades de la provincia.
 
En una población como Rubí no hay secretos.
Todos sabían cuál era la actividad religiosa y política del protestante.
Católicos y monárquicos, la emprendieron contra mí, iniciaron varios procesos y lo más lamentable fue el asesinato del presidente del grupo librepensador Menna Rusiñol, víctima de su entusiasmo anticlerical, cuando se dirigía a Sabadell por asuntos de trabajo, en cuyo viaje tenía yo que haberle acompañado.
 
Aquella actividad social y política me ocupaba mucho tiempo y me impedía consagrarme como era mi deber y mi deseo a la escuela, y a la propagación directa del Evangelio. Mi labor era tan desinteresada que habiendo podido ser alcalde de Rubí y diputado provincial, nunca quise beneficiarme de mis sacrificios y de mi trabajo. Tuve que abandonar el campo, pues los ánimos estaban muy excitados.”
 
La excitación a que se refiere el señor Albricias fue principalmente con motivo del incidente recordado por sus discípulos don Luis y don Joaquín Vila, que copiamos del libro «Samuel Vila, una fe contra un Imperio», de reciente publicación, en que el autor dice:
 
«Mi abuelo Pedro, era el hijo menor de una familia de labradores establecida en una hacienda en las afueras del pueblo llamado Vilaferrán.
Siendo hombre muy emprendedor en los negocios, muy pronto decidió abandonar la agricultura para establecer una cadena de comercios en el pueblo. Se afilió a un club republicano, y aunque figuraba como católico nominal, al igual que todo español en aquellos tiempos, cuando el joven Francisco Albricias abrió la “escuela protestante”, en seguida matriculó a sus hijos en ella para proporcionarles, en su concepto, una cultura más avanzada. Había oído decir que los pueblos protestantes eran más cultos y progresistas que la pobre España que, con la pérdida de las colonias, iba de capa caída.
Con tal motivo pensó que llevar a los niños a una escuela protestante era prepararlos para el futuro, pero personalmente no sentía ningún interés por la fe evangélica.
 
Su hermano mayor, Francisco, trabajando en un grupo de labradores, llamado en catalán “colla”, escuchó, en los momentos de descanso, por un compañero llamado Pedro Font, la lectura de un librito titulado “Andrés Dunn”, que explicaba la conversión de un labriego irlandés y sus discusiones con un cura.
Ambos, el lector, que había obtenido fortuitamente el pequeño libro, y el tío Francisco, empezaron a asistir a los cultos, y entraron como miembros en la iglesia evangélica metodista de Rubí, pero mi abuelo se mantuvo alejado de los cultos, hasta que el Espíritu Santo hizo la obra de gracia en su corazón, algunos años después .
 
Para que comprenda mejor el lector el hecho que vamos a narrar a continuación, debemos aclarar que en todos los movimientos de Reforma ha surgido la inclinación a combatir a la Iglesia dominante con actos externos de protesta. Así lo hacían los pedrobrusianos (1) del siglo XIII y los valdenses (2) de los siglos XIV al XVI.
 
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1. Eran llamados pedrobrusianos unos cristianos evangélicos del siglo XII-XIII que oyeron explicar al cura párroco de Arlés (Francia) el evangelio puro de Jesucristo, y se reunían en grupos clandestinos para leer y comentar el Nuevo Testamento, llevando sus doctrinas hasta Cataluña.
Sus actos de protesta contra la veneración de imágenes llevaron a muchos a la hoguera hasta su total extinción.
 
2. Valdenses eran llamados los que siguieron el movimiento de Reforma iniciado 300 años antes de Lutero por un rico comerciante de Lyon llamado Pedro Valdo, que empleó todos sus bienes en hacer copiar a mano ejemplares del Nuevo Testamento en lengua romance (catalán que se hablaba desde Valencia a la frontera Suiza) y fueron muy perseguidos, pero no aniquilados, gracias al refugio que les proporcionaron los valles de los Alpes, hasta que se sumaron a la reforma religiosa de Calvino, en el Sínodo de Chanforan, en el siglo XVI.
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Siguiendo esta valerosa línea de conducta, el joven maestro de Rubí concibió la idea de dar testimonio de su fe cristiana evangélica quedándose en pie a la puerta de su casa al paso del viático. Era costumbre en España, hasta tiempos recientes, que el cura católico fuera a administrar la comunión en privado a los enfermos graves. La eucaristía era llevada bajo un pequeño palio en forma de paraguas hasta la casa del enfermo, y el paso de “Jesús Sacramentado” por las calles era advertido por un monaguillo que iba delante agitando una gran campanilla para que todos los transeúntes se hincaran de rodillas. Tal costumbre, que significaba una conminación para éstos, era odiada por los liberales, pero nadie osaba inhibirse de ella por temor a las consecuencias legales.
 
Albricias se quedó un día en el interior del portal de su casa, con la gorra puesta mientras sonaba la campanilla por la calle. El cura, al verle, se le acercó con gran enojo, le tiró la gorra al suelo, le llenó de insultos y se alejó diciéndole: “¡Esto lo pagarás! ¡Ya nos veremos en otro lugar!”
 
Y, efectivamente, el pastor y maestro tuvo que comparecer ante el juez para un “juicio de faltas” en el cual el abogado liberal trató de defenderle alegando que no se hallaba en la vía pública sino en el interior de su propio domicilio, pero el fiscal, bajo la acusación de escarnio al dogma de la Iglesia estatal, pidió una multa y el destierro del pueblo, a cuya pena fue finalmente sentenciado en 1886.
 
Se produjo una consternación general entre los liberales, pues Francisco Albricias era un maestro excelente que aplicaba novísimos métodos pedagógicos aprendidos en el extranjero.
Lo demostró ampliamente al establecerse en Alicante y fundar la famosa “Escuela Modelo”, que tuvo varios centenares de alumnos y educó a hombres que llegaron a ostentar elevados cargos públicos.
Pero pese a todo, nadie se atrevió a oponerse a la sentencia y tuvo que abandonar el pueblo.
 
El que vino a sustituirlo en Rubí, Rufino Fragua, fue un pastor muy celoso que inició una obra evangelística más intensa que su antecesor, logrando varias conversiones, no meramente de adhesión al protestantismo, sino por el nuevo nacimiento espiritual.
Entre ellas se contó la familia Vila y otras
 
La abuela, y sobre todo su hija Elvira, eran tan fervorosamente católicas, que suspiraban y oraban los domingos cuándo el abuelo les ordenaba trabajar en el negocio, impidiéndoles asistir a misa.
Se les había inculcado la obligación de oír misa todos los domingos y fiestas de guardar, y el faltar a misa era juzgado como pecado mortal.
 
Es lamentable que, pese al dominio omnipotente que ejercía la Iglesia Católica sobre el pueblo, no hubiera conseguido imponer la obligatoriedad de santificar las fiestas, costumbre que se practicaba con extrema rigurosidad en aquellos tiempos en los países protestantes del Norte de Europa, y particularmente en Inglaterra.
Los nuevos conversos protestantes en España siguieron esta costumbre también de forma muy estricta.
 
Como medida protestataria por la injusticia cometida contra el anterior maestro, Pedro Vila comenzó a enviar a sus hijos no solamente a la escuela diaria, sino también los domingos al culto protestante.
Esta situación fue aprovechada por el nuevo maestro, don Rufino Fragua, sucesor del desterrado, para invitarles a una conversación personal un día entre semana por la noche.
Ellos prometieron ir, pero el día señalado no hicieron acto de presencia.
Al domingo siguiente, les dijo:
 
Les estuve esperando con la lámpara de petróleo encendida desde las siete hasta las once y ustedes no vinieron. ¿Vendrán esta semana? ¿Me dan palabra de que no me tendré que quedar esperando como en la anterior?
 
¡Pobre hombre! -exclamó mi tía Elvira, tan pobre como es y ha estado gastando petróleo en vano por culpa de nuestra informalidad!
Vamos a ir esta semana.
 
Así lo hicieron ella y mi padre, y al salir de la entrevista ambos habían comprendido el plan de salvación de Dios y aceptado a Cristo como su Salvador personal.
La conversación se había basado sobre el capítulo 5 de Romanos.
 
Nunca me hubiera imaginado que los cristianos pudiéramos estar tan seguros de la salvación de nuestra alma, exclamó mi tía, rebosante de gozo.
Ni yo tampoco, coreó el joven Luis.
¡Esto es realmente maravilloso!
 
¿Por qué nunca nos lo habían explicado de forma tan clara en la Iglesia Católica? Sin embargo, es cierto; así está escrito en el Nuevo Testamento de Nuestro Señor Jesucristo y no podemos negarlo.
 
¿ Por qué el sacerdote dice la misa en latín de manera que no podemos entender nada? ¿Por qué nos hablan tanto de los santos y tan poco de Jesucristo? Yo siempre había compadecido a Jesucristo por lo que le hicieron sufrir los judíos, pero nunca había llegado a entender, como hoy, que El sufrió por nosotros para poder regalarnos una salvación completa y perfecta y de aquí en adelante te digo que voy a agradecérselo con todo mi corazón.
 
Poco tiempo después, la conversión de los dos jóvenes era seguida por la de otros miembros de la familia.
 
Don Rufino Fragua estuvo siete años en el pastorado de la iglesia de Rubí, desde 1889 a 1906, a causa de que en el Cristianismo evangélico existen diferentes matices de prácticas de culto que nada tienen que ver con la doctrina esencial del Evangelio, pero a las que cada grupo cristiano se siente obligado dentro del régimen de libertad y sinceridad absoluta que predomina en la fe evangélica.
 
Ello dio lugar a un cambio de pastorado, pero el grupo de creyentes convertidos e instruidos por don Rufino Fragua rehusó desligarse de la Iglesia Metodista y formar en Rubí una Asamblea de Hermanos.
Pensaron que era mucho más importante evitar a la población católica del pequeño pueblo el espectáculo de desunión entre los cristianos evangélicos, y por tanto hicieron un pacto con los dirigentes metodistas de que continuarían como miembros de la iglesia pero no bautizarían a sus hijos sino después de que éstos fueran convertidos.
Aún hoy la Iglesia Evangélica Española de Rubí se rige por este pacto, y está compuesta por miembros de diversos criterios denominacionales (bautistas, hermanos y metodistas), colaborando todos juntos en la mejor armonía.
 
Creemos que es un honor para esta iglesia el haberse mantenido en esta postura ecuménica por todo un siglo, cuando ninguna clase de comprensión y tolerancia se practicaba, ni con los católicos, ni siquiera entre los propios evangélicos en sus pequeñas diferencias rituales de culto.
 
La noticia de que la “peste del protestantismo” se había infiltrado en la familia Vila, se extendió muy pronto en el pueblo de Rubí como un reguero de pólvora.
Pedro Vila había abierto en los puntos clave del pueblo tres pequeños pero importantes supermercados en los que podía encontrarse de todo, desde alpargatas de cáñamo fabricadas por él mismo, hasta quincallería, ropa y cualquier tipo de comestibles.
Muy pronto se organizó en el pueblo una campaña de “defensa de la fe católica”. La Sociedad de Damas de san Vicente de Paúl, de la cual formaban parte todas las aristócratas del pueblo, desviándose del noble espíritu filantrópico de su fundador, se conjuraron para boicotear los comercios Vila, visitando a todas las familias del pueblo para intimidarlos a no adquirir nada de tales establecimientos.
 
Las “damas” repetían de casa en casa, sazonándola con sus propios comentarios, una arenga que habían oído de labios del cura del pueblo y que decía más o menos así: “Comete pecado venial, del que tendrá que confesarse, toda persona que compre en esta tienda de herejes”.
 
Ante la disminución de las ventas el abuelo de la familia Vila vio la necesidad de cerrar las tiendas, dedicarse de nuevo a la labranza y enviar a sus hijos Luis y Joaquín a trabajar en una gran industria textil recién establecida en el pueblo, la fábrica de panas de Luis Ribas.
 
Al tomar el cargo de la iglesia y escuelas evangélicas de Rubí el profesor don Antonio Sancho en el año 1900, éstas fueron ampliadas con una sección de niñas, ya que su esposa, doña Leonor Bruguera, era también maestra titulada, cooperando como profesora auxiliar, la señorita Lidia Vila Ventura en los años 1910-1915.
 
En el año 1908 fue inaugurado el edificio para escuelas situado en la calle de Virgili, nº 16, interiormente unido al lote de terrenos, y la capilla y casa pastoral que tiene su entrada por la calle de Colón, 6.
 
En el año 1915, los antedichos profesores, Sancho y esposa, decidieron partir para la República Argentina con sus hijos Constantino y Emestina, a quienes habían dado una esmerada educación que les auguraba mejores oportunidades en el nuevo mundo.
En dicho año vinieron a sustituirles la pareja de recién casados don Juan Capó y doña Magdalena Pascual, ambos maestros titulados.
Con el nuevo edificio y la incorporación de nuevos profesores jóvenes, y tan dinámicos, las escuelas recibieron un gran impulso, vinieron a ser, juntamente con la escuela católica de los Hermanos Maristas, las mejores escuelas de Rubí, hasta que se inauguraron en 1916 las Escuelas Ribas, donadas por legado del fabricante don Luis Ribas y Rigordosa, antes mencionado.
 
Los elementos liberales de la población, tenían una simpatía especial para las escuelas evangélicas.
 Muchos mandaban a sus hijos a recibir una buena educación secular, y un gran número de ellos asistía los domingos a las Escuelas Dominicales en donde recibían enseñanza religiosa y algunos vinieron a comprender de tal modo la doctrina evangélica, que aceptando a Jesucristo de un modo personal, pudieron venir a formar parte de la congregación cristiana.
 
Entre ellos se destacó el joven Miguel Casanovas de una familia de labradores, quien juntamente con la familia Vila fue un puntal de la congregación, y como ellos entró a formar parte del cuadro de predicadores voluntarios que se turnaban en los cultos.
Cooperaban también en la predicación los predicadores oficiales don Fermín Borobia y don Esteban Roca de Barcelona, juntamente con el pastor titular don Juan Capó.
 
En el año 1918 fue fundada la sociedad de jóvenes denominada «Esfuerzo Cristiano», de la que formaban parte todos los jóvenes de la congregación.
Ello ayudó a estrechar los lazos de compañerismo fraternal con otras sociedades de jóvenes evangélicos de diversas ciudades de España, y particularmente con las establecidas en las iglesias de Cataluña, celebrándose una reunión anual llamada «Jornada de Compañerismo» en el mes de noviembre de cada año.
 
El Grupo de «Esfuerzo Cristiano» lo componen esencialmente la juventud de la iglesia, actuando siempre bajo el lema «Por Cristo y la Iglesia».
 
Una vez al año, en la jornada denominada «Fiesta de Compañerismo», los grupos de jóvenes de las distintas iglesias se congregaban por provincias en determinada iglesia celebrando el encuentro con intercambio de mensajes, coros, saludos y presencia de los respectivo estandartes.
En Rubí se celebraron distintas jornadas unidas de juventud, con mención especial de la celebrada el año 1934.
 
Cabe mencionar la «Festa de Compañerismo» celebrada el año 1929 en el Palacio de Bellas Artes de Barcelona, al que asistieron más de dos mil jóvenes de la región catalana.
 
El día 3 de mayo del año 1914, se celebró la Convención regional de Esfuerzo Cristiano, pero ésta tuvo una característica muy especial con motivo de la visita a España de don Francis E. Clark, fundador del mencionado movimiento juvenil internacional. Las iglesias evangélicas de Barcelona no contaban con locales que tuvieran una capacidad superior a las trescientas personas.
En anteriores convenciones regionales la limitación de espacio obligaba a rogar la no asistencia de las personas mayores. Pero la visita del doctor Clark y ante el espíritu de tolerancia manifestado en los medios gubernamentales a raíz de la presentación de más de cien mil firmas, entre las cuales se encontraban varias de centenares de rubinenses, amigos y simpatizantes, solicitando la libertad de cultos, los dirigentes evangélicos se sintieron estimulados para solicitar del consistorio municipal de Barcelona, el uso del Palacio de Bellas Artes, situado frente al Parque de la Ciudadela.
 
Con admiración y sorpresa de todos, la respuesta fue afirmativa, a pesar de la fuerte oposición de elementos reaccionarios, llegando incluso a lanzar insultos y amenazas de que su celebración daría lugar a un nuevo «San Bartolomé». Pero el gobierno de don Antonio Maura, no volvió atrás de su decisión y el gobernador civil de Barcelona adoptó todas las medidas necesarias de seguridad para garantizar la realización del acto.

 

Nada impidió que la mencionada Convención de Esfuerzo Cristiano tuviera una asistencia de más de cuatro mil personas, entre jóvenes y adultos.
El pueblo barcelonés dio una nueva prueba de su proverbial cultura y hospitalidad.

 

El ayuntamiento, al mantener a todo trance su oferta del Palacio a los evangélicos, estaba manteniendo dignamente las mejores tradiciones de Barcelona.
 
Inauguración del templo actual

 

En el año 1930 fue inaugurado el amplio edificio del templo actual, que sustituyó a la antigua capilla estrecha y larga utilizada desde su fundación. Dicha capilla resultaba harto insuficiente celebrándose en ella solamente los cultos en los días laborables, y realizándose los dominicales en los edificios de la Escuela, cuyas mesas habían sido construidas exprofesamente para poder ser utilizadas a la vez como pupitres y bancos para los cultos.
Asimismo el armonio era transportado a través del jardín desde el pequeño local a la Escuela, habilitada los domingos como templo.

 

La inauguración del templo actual en la calle Colón, nº 6, se realizó el 6 de enero de 1930, cuya construcción se hacía perentoria a causa de la insuficiencia del local donde antes se celebraban los servicios religiosos, como antes se menciona.

 

A pesar de ser un día lluvioso asistieron al acto gran cantidad de personas de la propia localidad, Barcelona y localidades próximas.

 

Por espacio de mucho tiempo se habían celebrado los cultos y reuniones en un local húmedo y estrecho, y la Iglesia Metodista se había visto obligada últimamente a utilizar los domingos una de las escuelas que allí funcionaban.

 

El nuevo templo ocupa una extensión de 117 metros cuadrados y se halla erigido en el mismo lugar que ocupaba la antigua capilla pastoral. Entrando por la puerta principal contigua al edificio, se penetra en un atrio, desde el cual por una ancha puerta se penetra en la capilla y por otras puertas a dependencias auxiliares.

 

La capilla es una muestra de sobriedad y buen gusto. Sencillamente decorada y con grandes ventanales, que dan abundante y profusa luz al recinto cúltico. Detrás y encima de la tribuna, hay un retablo, y a cada lado de la mencionada tribuna, puertas que dan a la sacristía una, y al jardín otra.

 

El culto inaugural y dedicatorio, se celebró previa una reunión de oración, presidida por el entonces pastor don Juan Capó Ferrer.

 

A las 10,45 horas de la mañana, precedidos por el ministro superintendente, reverendo Samuel H. G. Saunders, se dirigieron los presentes a la nueva capilla. En el atrio el mencionado pastor superintendente, elevó una plegaria a Dios en acción de gracias y pidiendo su bendición sobre el nuevo templo, procediendo seguidamente a abrir las puertas de la nueva capilla al público con la frase: «Se abre a la mayor gloria de Dios,»

 

Cuentan las crónicas de aquel histórico hecho que el público se introdujo en el local con verdadero recogimiento, admirando a la vez el precioso templo, dedicado a la predicación del Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, y a la adoración de Dios en espíritu y en verdad.

 

El culto dedicatorio empezó a las once de la mañana, ocupando la presidencia los reverendos Samuel H. G. Saunders, José Capó que presidía, Antonio Estruch, Agustín Arenales, Nicolás G. Bengtson, Samuel Vila y el pastor de la iglesia don Juan Capó. (El señor Bengtson ocupaba la delegación del reverendo Ambrosio Celma por enfermedad.)

 

En el acto participó el propio coro de la iglesia de Rubí compuesto por un nutrido grupo de jóvenes, cantando a la perfección el Salmo 23, acompañado al órgano por doña Magdalena Pascual de Capó y dirigido por la misma.

 

El sermón dedicatorio lo pronunció el ministro superintendente, quien lo hizo bajo el tema: «La Iglesia Evangélica.»

 

Fue un discurso con gran erudición y espíritu cristiano. Por la importancia del mismo queremos dejar constancia de algunas partes de su contenido ante la imposibilidad de su íntegra publicación en este libro.

 

Después de dar gracias a Dios por el gran privilegio de haber concedido el dedicarle una casa de adoración y alabanza, felicitó a los rubinenses por ello, en nombre propio y también en nombre del Comité Misionero de la Iglesia Metodista Wesleyana en Londres, a la cual representaba.

 

Habló a continuación acerca del tema propuesto, diciendo que se empleaban varios nombres para indicar el lugar donde se reúnen los fieles para adorar a Dios, y que estos nombres le ofrecían dos ideas:  primera, de un lugar destinado a actos de culto, un lugar de oración, de meditación, de recogimiento.  Segunda: la idea de una religión social, es decir, religión, no solamente individual, sino también colectiva.

 

«La iglesia -dijo- es el lugar del encuentro entre Dios y el hombre; allí acuden los hombres, y allí acude también Dios.
La iglesia es el lugar donde se exponen las peticiones, súplicas, acciones de gracias y alabanzas por parte de los hombres y ,donde se dan bendiciones y consejos por parte de Dios.

 

En la iglesia puede acudir un predicador con su mensaje del Evangelio de salvación; pero nada podrá hacer si los oyentes no prestan la menor atención a sus palabras y el espíritu de devoción no está en ellos. Puede ocupar el púlpito un verdadero apóstol, con su mensaje de paz y amor, y nada podrá hacer, si el espíritu de los oyentes le falta.

 

»Esta iglesia está consagrada -continuó- por los cultos de días pasados, y en ella tenemos el mismo Dios de antes, a El la dedicamos; es suya y es nuestra, hecha por nosotros para El, y bendecida por El para nosotros.»

 

Pasó después a comentar la palabra EVANGELICA que sigue a la IGLESIA. «Somos cristianos, somos protestantes, somos metodistas; pero de una manera especial, somos evangélicos.  Evangélicos, porque damos, ante todo, el Evangelio al mundo en todos los órdenes de la vida. Por esto llamamos a nuestra iglesia, IGLESIA EVANGELICA.

 

»El Evangelio de Cristo es el que nosotros ofrecemos y creemos, y todo ha de ser hecho por medio de Jesús.
El Evangelio de Cristo ha de resultar el centro de todos nuestros actos y de nuestra vida. Todo descansa en Cristo, por esto hemos leído las palabras del apóstol Pablo: “Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.”

 

»Suplicó a Dios hiciera del nuevo templo una casa espiritual para los evangélicos de Rubí, y para todos los rubinenses, una casa hacia la cual sintieran atracción, a fin de hallar la reconciliación con Dios y la salvación de sus almas.»

 

El culto dedicatorio del actual templo quedó clausurado cantando los asistentes el himno «Dios, nuestro apoyo en los pasados siglos», y la bendición dada por el mismo reverendo Saunders.

 

El mismo día 6 de enero de 1930, se celebró en la propia capilla a las tres y media de la tarde la conmemoración del LX Aniversario de la Obra Metodista en España.

 

La asistencia desbordó la amplia capacidad de la capilla. Resulta anecdótico mencionar que el acto tuvo que interrumpirse para poner sillas por los pasillos, pues tal era la aglomeración de público que deseaba participar de tal fiesta.

 

El pastor don José Capó disertó sobre «La Obra Metodista en España». Empezó recordando el estado político de nuestra patria en el año 1868 antes y después de la revolución de septiembre; las dificultades y penas que habían de sufrir los que profesaban la religión evangélica y explicó cómo poco después la Sociedad Misionera de Londres envió a Barcelona un agente, míster Guillermo Tomás Brown, quien estableció un colegio de niños y a la vez procuraba tener algunas reuniones particulares para predicar el Evangelio.

 

En aquel entonces, citó el año 1871, la Misión Metodista contaba en Barcelona con una capilla, un misionero, un miembro comulgante y ocho catecúmenos, una escuela dominical y dos diarias.

 

Cabe destacar los distintos superintendentes que tuvo la obra después de míster Brown, tales como los reverendos Ridway Griffin, Roberto Simpson, Franklin G. Smith, Guillermo Lord, el infatigable Samuel G. Saunders, José Capó, George Bell y la diaconisa Isabel Adam.

 

En el año 1939 la Obra Metodista se hallaba extendida básicamente en Cataluña e Islas Baleares, comprendiendo las iglesias de Barcelona, Pueblo Nuevo, Clot, Rubí, Sant Cugat, Palma de Mallorca, Capdepera, El Coll, Mahón y Villacarlos.

 

En el LX Aniversario de la Obra Metodista, el pastor Juan Capó disertó acerca de «La Obra Metodista en Rubí».  Explicó los improbos trabajos y dificultades por las cuales tuvo que pasar don Francisco Albricias desde el año 1881, como iniciador de la obra evangélica en la población.

 

Posteriormente trabajaron los señores Sanz, don Rufino Fragua y don Antonio Sancho; este último por espacio de unos nueve años, con su esposa doña Leonor Bruguera, primera maestra titular del colegio de niñas de Rubí, llegando a poseer la Misión, los mejores locales para la enseñanza de esta villa.

 

En el año 1934, don Juan Capó y su esposa doña Magdalena Pascual se trasladaron a Barcelona para ocuparse del pastorado de las iglesias de Pueblo Nuevo y Clot, siendo sustituidos por el joven pastor don Daniel Mir, hijo del veterano colportor de la Sociedad Bíblica en España, don Emilio Mir.
Su esposa era doña María Araujo, hija del gerente de la mencionada Sociedad Bíblica, don Adolfo Araujo.
Su pastorado fue sorprendido por la guerra civil española y en el año 1939, llamado a filas tuvo que dejar la pastoración, emigrando posteriormente a Méjico.

 

En el año 1936, la Iglesia Evangélica en Rubí tuvo que soportar serias dificultades, pues como ocurriera con la Iglesia Católica, grupos de incontrolados intentaron saquear e incendiar nuestra iglesia, cosa que pudo evitarse al contar con el apoyo de ciertos sectores moderados de la villa, y ser los edificios de propiedad británica.

 

Los años siguientes a la post-guerra, de 1940 a 1947, la intolerancia religiosa puesta de manifiesto con intensidad bajo el régimen franquista, clausuró el Templo, imposibilitando toda actividad cúltica evangélica.

 

Ello no impidió la actividad evangélica, celebrando cultos por casas particulares con carácter privado, con gran asistencia y fervor por parte de los creyentes evangélicos. En este aspecto queremos rendir tributo de homenaje a los creyentes que prestaron sus hogares para ello, recordando a las familias Torres, Font, Solanas, Cortés y Casals.
En especial esta última que vino a convertirse en el centro de la actividad evangélica de esta villa. Ello motivó que denunciado el señor José Casals, fuera apresado e ingresado en el calabozo municipal.

 

En estos difíciles años de intolerancia religiosa estuvo al cuidado de la obra evangélica la diaconisa doña Isabel Adam, quien con su celo y entrega posibilitó la actividad evangélica en nuestra villa en especial en el campo de la juventud.

 

En el año 1945 ante los acontecimientos políticos en Europa tras la Segunda Guerra Mundial, el general Franco publicó el «Fuero de los Españoles», que reproducía el artículo 11.° de la antigua Constitución de la Monarquía, a raíz del cual unas 50 iglesias evangélicas en España que fueron diligentes en solicitar el permiso de reapertura lo obtuvieran estando entre ellas la iglesia de Rubí que reabrió sus puertas en octubre de 1946.

 

Es de justicia recordar con gratitud la labor diaconal realizada por don Ramón Font Ros, quien en todo momento se dedicó con fidelidad al servicio de la iglesia, al cuidado del templo, con total entrega a pesar de su delicada salud.

 

En el año 1947, don José Capó Ferrer hermano del antiguo Pastor don Juan, pasó a encargarse de la pastoración de la iglesia, hasta el año 1950, quien por enfermedad cesó en su cargo.

 

Nuevamente en el año 1951, don José fue sustituido por un nuevo pastorado de don Juan Capó entre los años 1951 al 1955.

 

Estos fueron años de aflicción para tan dignos servidores de Dios, a causa de la pérdida de su hijo mayor, Ernesto, víctima de la guerra civil y la ausencia de su hijo Federico que había tenido que emigrar al extranjero.

 

La salud de estos servidores de Dios fue duramente quebrantada hasta que su hijo Humberto, por aquel entonces pastor en Palma de Mallorca los llevó consigo.

 

En el año 1955, según acuerdo adoptado por el Circuito Metodista de Cataluña y Baleares, y al que pertenecía la iglesia de Rubí, se fusionó con la Iglesia Evangélica Española, con la que ya había mantenido estrechas relaciones.

 

Tras un tiempo en que la iglesia de Rubí desarrollaba sus actividades carente de pastor, el año 1956 fue ordenado pastor don Juan Vallés Bonet, antiguo profesor de las escuelas de Pueblo Nuevo, y titular de varios centros escolares.

 

En dicho año el señor Vallés junto a su esposa, doña Pepita Sala, pasaron a ejercer la pastoración en la iglesia de Rubí, en donde realizaron un amplio ministerio, más que pastoral, podemos decir que paternal, no solamente para los niños de la iglesia de Rubí, sino para otras de la provincia, que siempre hallaron en el hogar de los esposos Vallés, un hogar material y espiritual abierto.

 

Doña Pepita Sala, fue llamada por el Señor el 16-1-1972 a su presencia, con lo que el señor Vallés pasó junto con la iglesia por el dolor de perder a su amada compañera y consejera.

 

Don Juan Vallé s Bonet, dinámico y activo, tuvo una parte muy importante en la «Fundació Biblica Catalana» de la que fue presidente por varios años hasta su muerte, así como presidente del Patronato de la Casa de Vacaciones «Aiguaviva» abierta a los niños y la juventud.

 

La muerte le sobrevino el 14-12-1979, cuando estaba cerca la Navidad y el 50 aniversario de la inauguración del templo actual.

 

Damos gracias a Dios al contemplar este siglo de historia, por los que nos precedieron con tanto sacrificio y dificultades para dar a conocer en nuestra Villa el verdadero Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, y también por la confianza de que los tiempos han cambiado para los cristianos evangélicos de España entera y en particular para os de nuestra querida Villa de Rubí.

 

Nos place recordar que en los actos conmemorativos del 50 aniversario de la inauguración del templo actual celebrados en 1980, estuvieron presentes las primeras autoridades civiles de la población con el Alcalde señor Miguel Llugany, y también con la del arcipreste de la Iglesia Católica de Rubí, reverendo Jaume Medina, y asimismo la del reverendo Antón Roca, quienes tuvieron palabras de encomio y felicitación para nuestra comunidad evangélica.

 

La población de Rubí ha crecido con velocidad vertiginosa, pues de ocho mil habitantes en el año 1962, se está acercando a las cincuenta mil, ello ha motivado que existan varios grupos evangélicos que se reúnen en capillas abiertas en distintos lugares de la población, y así contamos con una Asamblea de Hermanos y otras tres de cariz pentecostal.
Un lazo de fraternidad nos une a todos en la comprensión de que tenemos un Salvador y Señor común, y que la iglesia de la calle de Colón es el origen y hogar solariego de todos los que tienen la fe de que Jesucristo es un Salvador completo y perfecto para los que en El confían de todo corazón.

 

Debemos anotar en estos apuntes históricos la gran labor pedagógica llevada a cabo en las escuelas evangélicas de Rubí, por los distintos profesores y profesoras que en ellas impartieron todo su saber, cuya trascendencia, indudablemente ha reflejado y reflejará la posteridad con gratitud.

 

He aquí la relación de profesores que impartieron su benéfica y siempre recordada instrucción:

 

Don Francisco Albricias
Don Rufino Fragua
Don Antonio Sancho
Doña Leonor Bruguera
Doña Lidia Vila Ventura
Don Juan Capó
Doña Magdalena Pascual
Doña Mercedes López
Doña Sara Araujo
Don Francisco de Vargas
Doña Carmen Viñas
Doña Antonia Sagrera

 

Nos cabe recordar que la iglesia y escuelas evangélicas de Rubí, han sido cuna pedagógica y espiritual de servidores de Dios que han extendido el conocimiento del Evangelio a otras tierras.
Fue un hijo de esta iglesia, el joven Alberto Solanas, hoy pastor de una de las iglesias más numerosas y activas de Francia, la Primera Iglesia Bautista de Nimes.
También al reconocido escritor evangélico don Samuel Vila Ventura, cuyas obras se hallan extendidas especialmente por todo el mundo hispano parlante.

 

Y no podemos dejar de mencionar a don Humberto Capó Pascual, quien en Madrid, al frente de la «Obra Fliedner», tiene a su cargo la dirección y administración del centro escolar «El Porvenir», que cuenta con más de 500 alumnos y 24 profesores, el internado «Casa de Paz» en El Escorial, y la finca «La Raña» en la provincia de Toledo, donde varias familias españolas hallan sus medios de vida.
 
Desde la muerte del pastor señor Vallés, ha quedado encargado del pastorado de la iglesia el autor de estos apuntes históricos.
A él y a su Consejo de Iglesia ha cabido el honor de celebrar la importante efemérides de este Centenario.
 
                                                                              Samuel Cortés
                                                                              Rubí, noviembre 1981.
 
 
 
Cien años de historia_trasero
 
© Autor, Samuel Cortés.
ISBN 84 • 7228 – 642 – 8 Depósito Legal: B. 36.184 – 81
Impreso en los Talleres Gráficos de la M.C.E. Horeb, A.C. n.O 265 RG. Galvani, 115. Terrassa
Printed in Spain
 
 
 
 
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