Vivir el evangelio con coherencia

Vivir el evangelio con coherencia

 
Salm 146, Isaias 35:4-7, Santiago 2:1-10, 14-17 Mark 7:24-37
 
“Levantándose de allí, se fue a la región de Tiro, y entrando en una casa, no quería que nadie lo supiera, pero no pudo pasar inadvertido; sino que enseguida, al oír hablar de Él, una mujer cuya hijita tenía un espíritu inmundo, fue y se postró a sus pies.
La mujer era gentil, sirofenicia de nacimiento; y le rogaba que echara fuera de su hija al demonio.
Y Él le decía:
Deja que primero los hijos se sacien, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.
Pero ella respondió y le dijo:
Es cierto, Señor; pero aun los perrillos debajo de la mesa comen las migajas de los hijos.
Y Él le dijo:
Por esta respuesta, vete; el demonio ha salido de tu hija.
Cuando ella volvió a su casa, halló que la niña estaba acostada en la cama, y que el demonio había salido.
Volviendo a salir de la región de Tiro, pasó por Sidón y llegó al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Y le trajeron a uno que era sordo y que hablaba con dificultad, y le rogaron que pusiera la mano sobre él. Entonces Jesús, tomándolo aparte de la multitud, a solas, le metió los dedos en los oídos, y escupiendo, le tocó la lengua con la saliva; y levantando los ojos al cielo, suspiró profundamente y le dijo: ¡Effatá!, esto es: ¡Ábrete! Y al instante se abrieron sus oídos, y desapareció el impedimento de su lengua, y hablaba con claridad.
Y Jesús les ordenó que a nadie se lo dijeran; pero mientras más se lo ordenaba, tanto más ellos lo proclamaban. Y se asombraron en gran manera, diciendo: Todo lo ha hecho bien; aun a los sordos hace oír y a los mudos hablar.”
(Mark 7:24–37 LBLA)
 
Seguimos otra semana más en lo que el leccionario denomina tiempo ordinario, esto es un tiempo de evangelización de la propia comunidad, de discipulado, y de seguimiento. Y con este fin nos propone para nuestra reflexión un texto singular, en el que acontecen cosas sorprendentes, sobre todo porque nos presenta a Jesús de Nazaret actuando de una forma que no acaba concordar con lo que esperaríamos de él.
Nos resulta como mínimo incómodo encontrarnos con un Jesús que califica como perrillas a una madre y a su hija que viven en la opresión y que piden auxilio por ello. Así que hoy descubriremos, caminando con Jesús, que vivir la fe que profesamos con coherencia, no es fácil, y muchas veces requiere aprender de las duras experiencias que nos ofrece la vida.
Aprender…, desde el mismo momento de nuestro nacimiento no dejamos de aprender. Hay muchas formas de aprender, cuando somos pequeños sobre todo aprendemos de nuestros padres y de nuestra familia, un poco más mayores aprendemos en la escuela, también de nuestros amigos.
De cada contexto esperamos aprender algo diferente, no esperamos aprender matemáticas del pagés que cultiva los tomates, pero sí que sabemos que nos puede enseñar mucho de la tierra que cultiva.
También hay personas de las que no esperamos aprender nada, pero a veces la vida nos sorprende.
Recuerdo un día acabando el segundo año del seminario, cuando ya sabía más o menos la mitad de lo que podía saber sobre Dios…
llevaba a Enoc a su clase de piscina, caminábamos por una carretera secundaria bastante transitada, el ruido de los coches nos obligaba a hablarnos gritando un poco y entonces me pregunta
“¿Jesús està al cel, amb la iaia?”
(¿Jesús está en el cielo con yaya?),
yo le respondí, sí claro,
y él entonces dijo mirando al cielo:
Entonces desde el cielo lo oye todo”,
y le dije, “pues supongo que sí, que todo el sonido sube al cielo.
y el respondió:
Pues supongo que estará muy triste”.
¿Enoc, por qué crees que Jesús estará triste?,
Porque si lo oye todo estará todo el día oyendo el ruido de los coches, y seguro que también oliendo el humo que hace peste a caca, el humo también sube arriba ¿sabes?
Enoc tenía cinco años y le acababa de explicar a su padre que estudiaba en el seminario una lección de teología que más tarde leería en uno de los mejores teólogos europeos de la actualidad:
la santidad del cristiano hoy es vivir una vida ecológicamente sostenible.
En el lenguaje de un niño, la contaminación pone triste a Jesús en el cielo.
El texto de hoy lleva la experiencia del aprendizaje mucho más lejos. De quién aprende la iglesia?
¿Quiénes son tus maestros acerca de Dios?
La mayoría de los que estamos aquí hace años, muchos años que somos parte de la iglesia, sabemos mucho de la Palabra, y estamos dispuestos a compartirla, a predicarla a un mundo que necesita salvación.
De hecho, sabemos tanto que no necesitamos ni escuchar la pregunta, ya tenemos la respuesta, y la respuesta es Jesús de Nazaret, Jesús el Cristo, él es la respuesta.
De él hemos aprendido, de él y de la Biblia, de nuestros pastores y pastoras, de hermanos y hermanas de gran experiencia que han dedicado su esfuerzo y su tiempo en enseñarnos el A, B y C, del evangelio.
Sabemos cómo resumirlo, “AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN, Y CON TODA TU ALMA, Y CON TODA TU FUERZA, Y CON TODA TU MENTE; Y A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO” sabemos lo que el mundo necesita, pero lo que sabemos, ¿lo vimos consecuentemente?
“Y si un hermano o una hermana están desnudos y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: «Id en paz, calentaos y saciaos», pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?”
Es más, ¿realmente lo sabemos todo? Las personas que viven fuera de la iglesia ¿realmente no pueden enseñarnos nada sobre la salvación de Dios?
Decimos y creemos que Jesús de Nazaret es la encarnación de Dios, es decir, el Dios inaccesible se ha hecho ser humano y habita entre nosotros, vive como un ser humano y de esta forma podemos acceder a la salvación del Reino de Dios,
por eso en Marcos Jesús es el nuevo rey que viene a sustituir a los reyes de este mundo que no pueden salvar, como hemos leído en el salmo de hoy:
No confiéis en los príncipes
ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación,
[…]
[Él Señor es el] que hace justicia a los agraviados,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos;
“El Señor abre los ojos a los ciegos;
Él levanta a los caídos;
Él ama a los justos.
El Señor guarda a los extranjeros;
al huérfano y a la viuda sostiene,
y el camino de los impíos trastorna.
Reinará El Señor para siempre;
tu Dios, Sión, de generación en generación. ¡Aleluya!”
Pero no hemos de olvidar que, para que el Señor se hiciese un ser humano, como tú y como yo, se tuvo que vaciar completamente, ser un bebé, un niño, aprender, aprender de sus padres, de los maestros y de la vida.
Y es en ese aprendizaje de la vida en el que encontramos a Jesús.
En el pasaje anterior, en Mc 7:1-23 Jesús tiene un enfrentamiento en su propio territorio, en Galilea, con los fariseos por causa de la impureza y de la impureza, la máxima de Jesús la encontramos cuando dice:
“Escuchadme todos y entended: no hay nada fuera del hombre que al entrar en él pueda contaminarlo; sino que lo que sale de adentro del hombre es lo que contamina al hombre. Si alguno tiene oídos para oír, que oiga.”
Evidentemente los fariseos opinan lo contrario, nada dentro de ellos contamina, ellos son el pueblo de Dios, ellos son puros, es el resto del mundo lo que les puede contaminar a ellos, por lo tanto no pueden mezclarse con el resto de personas, no pueden comer, compartir el mismo pan con un mundo impuro.
Pero Jesús no lo ve igual, de dentro de cada uno de nosotros sale lo que nos puede contaminar o no, nuestras actitudes, lo que llamamos “nuestro corazón” ahí está el problema, no en nuestro prójimo.
Este enfrentamiento y la falta de entendimiento tanto del pueblo como de sus propios discípulos, hace que Jesús decida marcharse, retirarse incluso esconderse en una región vecina, la región de Tiro.
Tiro era una ciudad pagana, muy helenizada, de ricos comerciantes y que vivía en aquellos tiempos fuertes tensiones con los judíos de Galilea.
La ciudad de Tiro no disponía de terrenos para cultivar cereales, por lo tanto cuando no intentaban arrebatar las tierras de los judíos por medio de la guerra, les obligaban a vender sus cosechas a precios ridículos con el beneplácito de Roma.
El resultado es que los agricultores judíos se quedaban con las migajas mientras los hijos de Tiro se saciaban.
Y allí esperaba Jesús estar tranquilo, descansar de tanto enfrentamiento con los líderes del pueblo judío.
 
Pero parece que para Jesús es difícil pasar desapercibido incluso en Tiro. Irrumpe en la casa donde se oculta, una mujer griega, es decir de las clases adineradas de la ciudad, para suplicarle que liberase a su hija de la opresión demoniaca.
La mujer es una mujer desesperada porque no puede cuidar de quien tiene a su cargo, es una de las cosas más frustrantes que le puede pasar a una madre o a un padre. Y esta frustración, esta necesidad imperiosa, es la que motiva que esta mujer entre sola en una casa a buscar al judío conocido como Jesús de Nazaret.
Y claro está, como siempre que alguien con necesidad acude a Jesús, Jesús gustosamente la ayuda. Además es una oportunidad especial para el nuevo rey, que va a acabar con la opresión de los principados y de las potestades de este mundo demostrando que absolutamente todo poder finalmente está bajo la autoridad de Jesús.
Pero no, no pasa esto ¿verdad?, sorprendentemente a la mujer que suplica, a esta mujer intrépida que demuestra que va a hacer lo que sea para conseguir que su hija sea liberada, a esta mujer humilde que se postra a los pies del Señor, Jesús le responde
“ahora no tengo tiempo para ti, tú no eres de los míos, yo he venido para salvar primero a los hijos de Israel, y por lo que veo voy a tardar bastante en conseguir mi misión porque no me entienden ni mis discípulos, ponte a la cola y espera sentada, porque primero van las personas, tú y tu hija sois como perrillos insignificantes, impuros, ya os llegará vuestro turno.”
Esto es más o menos como lo que está sucediendo ahora con el tema de la sanidad, la atención sanitaria es universal para todas las personas, y el inmigrante en situación irregular se puede preguntar ¿y yo no soy persona? bueno, sí pero como si no, te falta un papelito, algún día lo conseguirás y reconoceremos tu enfermedad…
La respuesta de Jesús nos sorprende, pero si tenemos en cuenta que Jesús de Nazaret es encarnación total, es ser humano, podemos entender que como tal, también necesita aprender de la vida, de las experiencias, Jesús de Nazaret como tú y como yo, también necesitó crecer, madurar, reflexionar sus experiencias vitales, y esto hace que nos podamos identificar plenamente con él, que sea una persona real, que rompa los moldes de ese Jesús de ojos grandes de mirada impávida de los cuadros barrocos, de ese Jesús que se parece más a un muñeco de merchandising que a un ser humano.
Jesús hasta este momento entendía su misión como un envío a la casa de Israel.Y algún día este pueblo sería bendición a todas las naciones. Aún existía una diferencia, una barrera entre judíos y no judíos, una barrera que no había llegado el momento de traspasar.
Es decir, en la práctica, aún existía una diferencia de pureza entre aquellos a los que él había sido enviado, y el resto. Jesús todavía no ha llegado a hacer coherente su mensaje con la práctica de su misión, por lo tanto aún no hay pan para los paganos.
 
Pero la mujer no ha pedido pan, de hecho en Tiro tienen todo el pan que les falta a los judíos de Galilea. A la mujer seguramente le sobra el pan.
El tema del pan es el tema central del relato entre 6:33 y hasta 8:26, momento crítico en el que ya se anuncia que el pan ha de ser partido, que Jesus ha de morir.
Este pan es el símbolo del reino de Dios, esto es de Dios gobernando en la vida de las personas trayendo salvación, que es justicia y liberación.
Y la mujer lo entiende rápidamente, entiende que lo que Jesús le está negando es la liberación que ella está pidiendo. Primero han de comer y saciarse aquellos que están oprimidos por los de Tiro, después ya comerás tú y tu hija.
Entonces la mujer responde al maestro de Nazaret con una lección de teología, una lección como la que en ocasiones nos pueden dar nuestros hijos, nuestros vecinos, el borracho de la esquina, o cualquier persona que se da cuenta de que a veces algo no concuerda entre nuestra fe y nuestras obras.
Sí Señor, lo que tú digas, lo que tú quieras, llámame perrilla si quieres, no voy a discutir contigo de modales, pero que sepas una cosa, hay tanto pan en tu mesa, en tu banquete, que hasta en el suelo podría comer las sobras que se le caen a los niños.
Y Jesús vio que la mujer tenía razón, seguramente se acordaría de lo sucedido al inicio del relato, en 6:35-41 cuando alimentó a los cinco mil varones, con 7 panes, y sobraron 12 canastas llenas de pan, había pan de sobra para las doce tribus de Israel, en el banquete de Jesús hay pan, esto es salvación, liberación y justicia para todos.
Por esta palabra de la mujer, Jesús entendió que ya había llegado el momento de repartir su pan con todo aquél que lo necesitase, sin importar su origen, su estatus, su condición social, sin importar si era de los hijos, o de los otros.
La Iglesia hoy aún tiene que aprender mucho de este encuentro de Jesús con la mujer sirofenicia.
Pues los encuentros que suceden en los límites, en las fronteras, en territorios en los que no somos fuertes, en la opresión por un lado, en la huída por el otro, en esos encuentros el evangelizador puede también ser evangelizado.
La iglesia misionera debe de estar abierta también a aprender de aquellos a los que sólo espera convencer, por que la gracia de Dios ha sido derramada sobre el mundo con mucha liberalidad y el espíritu sigue soplando de donde quiere.
Sabemos mucho de Dios, y de la salvación, pero no pensemos que lo sabemos todo, cualquier día alguien nos puede dar una lección de humanidad, de aceptación del otro, del diferente, de cómo seguir rompiendo los muros de separación que dividen a las personas.
Jesús lo aprendió rápido, vio claro que el mensaje que el proclamaba estaba en consonancia con lo que la mujer pedía, que el reino de Dios sea, no sólo de palabra sino también de obra, absolutamente para todos.
 
Dios mismo vendrá y os salvará».
Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos y destapados los oídos de los sordos. Entonces el cojo saltará como un ciervo y cantará la lengua del mudo,
Y ahora está dispuesto a abrir nuestros oídos y a soltar nuestras lenguas para que entendamos y proclamemos el mensaje del evangelio que justicia, liberación y aceptación para todos los oprimidos, para todos los que sufren.
Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas.
 
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